David Oubel, el 'parricida de Moraña', única persona a quien se ha aplicado la prisión permanente.
Justicia o venganza. Seguridad o humanismo. Reinserción o castigo... Si hay un asunto que este jueves reúne sustantivos opuestos es uno con tres palabras: prisión permanente revisable.
Dos años después de su inclusión en el Código Penal, la posibilidad de cárcel perpetua para algunos delincuentes se topa con una propuesta del PNVpara derogarla y dos andanadas de Ciudadanos y el PP para ampliarla. Impactados por el caso Diana Quer y azuzados por dos millones de firmas ciudadanas a favor, los políticos han vuelto a militar en un lado u otro. Y todo, a la espera de que el Tribunal Constitucional decida si cabe en la Carta Magna o no.
Pero frente al debate político, surge el ético: encarcelar a alguien de por vida en un sistema que predica la rehabilitación para asegurarse de que no ataque a nadie más o trabajar en la resocialización aceptando los riesgos de un mundo libre. Por eso EL MUNDO indaga con expertos que tratan a agresores y víctimas, un puñado de médicos, psicólogos, juristas, criminólogos y funcionarios de prisiones ante la disputa moral de la cárcel permanente revisable.
"No conlleva ningún tratamiento terapéutico. Si significara que la persona recibiera terapia específica fuera de la cárcel, la aceptaría. Pero como está planteada es sólo una prórroga de la condena. No sirve". Lo dice la forense y vicedecana del Colegio de Psicólogos de Madrid, Rocío Gómez Hermoso, 32 años estudiando la conducta de personas presas por agresión sexual, violencia machista o asesinato.
Su colega de carrera y profesor de Criminología en la Universidad de ValenciaVicente Garrido no opina igual: "La prisión permanente revisable previene nuevos delitos de los condenados. Por efecto de la doctrina Parot, cuatro presos, violadores y asesinos, reincidieron: el violador del ascensor, el violador del portal... Hubo nuevas víctimas atacadas sexualmente y una mujer casi fue asesinada. Con la prisión permanente revisable no habrían reincidido".
Francisco Llamazares, presidente de la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones, no duda: "Hay personas que se sabe que van a reincidir y lo hacen. La sociedad debe protegerse de ellas. Llevo 30 años de servicio y sé lo que veo. He conocido a delincuentes sexuales que no reprimen su deseo al salir. Su conducta es irreprimible salvo que pidan la castración química".
En cambio, Miguel Lorente, médico forense y profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, no ve ventaja alguna en la prisión permanente revisable: "Es una condena que deja de lado la prevención. La violencia sexual reincidente se combate atacando el machismo, la raíz de esa delincuencia. La prisión permanente revisable justifica la parte emocional de las víctimas, que entiendo en ellas, pero no es un factor de prevención de la criminalidad".
"El endurecimiento penal no es disuasorio. Se demuestra con la violencia de género. ¿Hasta cuándo vamos a endurecer el Código Penal para detener los delitos? A veces se legisla a golpe de entrevista a las víctimas. Ese camino es demoledor. ¿Con la prisión permanente revisable acabaremos con la escalada de delitos contra la vida o la integridad sexual?". Se lo pregunta Celso Rodríguez Padrón, portavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura y juez en la Sección Penal de la Audiencia de Madrid.
El abogado y profesor de Derecho Penal en la Universidad de Comillas ICADEXabier Etxebarria recuerda que "está empíricamente demostrado que el mero incremento de la pena no produce disminución de delitos". "Esta pena no da más seguridad al respecto que las penas de hasta 30 o 40 años con las que la legislación española ya cuenta".
Garrido duda "bastante": "Los psicópatas sexuales y serial killers tienen pulsiones muy fuertes, y no creo que una amenaza mayor de cárcel les inhiba. En incapacitación y prevención de futuros delitos, la prisión permanente revisable funcionará. En términos de disuasión o escarmiento en cabeza ajena ante posibles criminales, es más que dudosa".
Lorente halla un ejemplo para sostener que la perspectiva de una cárcel eterna no disuade a nadie: "Si a El Chicle le cayeran 1.000 años de condena no se evitaría que otros Chicles violaran o mataran. Me remito a casos como La Manada, la Arandina o la militar de Córdoba".
Gómez Hermoso: "Me he pasado la vida emitiendo informes sobre la conveniencia o no de otorgar permisos de salida a condenados y la reincidencia es del 10%. En personas con peligrosidad elevada debería ejercerse un control terapéutico para no poner en riesgo a la sociedad. O sea, un tratamiento pero al margen de la cárcel. Ese trabajo terapéutico facilita la aceptación de la culpabilidad por parte del recluso, lo que aumenta sus posibilidades de recuperación".
Llamazares: "La cárcel no cura. La gente piensa que el delincuente entra en la cárcel y sale reinsertado y no es así. Podemos engañarnos, pero no es así. Sale reinsertado el que ya lo estaba antes de entrar. El delincuente sexual debería tener un seguimiento de por vida cuando saliera. Así que, o se aumentan las penas para delitos como violación o asesinatos reincidentes o se pasa al plan B: prisión permanente revisable".
Garrido: "El término 'delincuente sexual' es amplio y no debe emplearse aquí; alguien que se frota en el Metro lo es; como un padre que abusa de una hija sin violencia o como Anglés (caso las niñas de Alcasser). Yo hablo de 'violadores y pederastas múltiples con un diagnóstico de psicopatía'. Muchos delincuentes sexuales se curan, los psicópatas sexuales, en su inmensa mayoría, no".
Planteamos una duda ética: si los psicólogos, juristas y trabajadores sociales consideran que un recluso que ha cumplido su pena va a volver a delinquir porque va a volver a toparse con su estímulo, ¿aceptamos la prisión permanente revisable o lo dejamos en libertad?
Lorente: "Yo no digo que salga sin más. Hay que buscar qué soluciones terapéuticas y qué instrumentos de control y seguimiento existen. Por ejemplo, las pulseras telemáticas. De lo contrario, estaríamos en el espíritu de la ley de vagos y maleantes, en el positivismo del siglo XVIII, que creía que hay gente peligrosa por naturaleza, el criminal nato".
Ignacio González Vega, portavoz de Jueces para la Democracia, aporta al debate moral una visión jurídica: "La prisión permanente revisable es incompatible con el derecho a la reeducación social del penado. La prisión excesiva produce un efecto desocializador, genera perjuicios psicológicos, da lugar al desarraigo social y familiar del condenado y convierte la pena en perpetua al impedir su reinserción. Ello es contrario al principio de humanidad de las penas (artículo 15 de la Constitución), fundado en el principio de dignidad humana (artículo 10.1 de la Constitución). Además, es un oxímoron: o es permanente o es revisable".
Sin embargo, su homólogo Rodríguez Padrón admite que la duda ética sugerida "puede ser un argumento a favor de la prisión permanente revisable en el sentido de protección a la sociedad ante una persona con pronóstico desfavorable de reinserción, como un delincuente sexual".
Etxebarria señala dónde está colocado el debate social y político: "La causa del delito se focaliza únicamente en la maldad del autor, lo que permite exculparnos como sociedad ante cualquier responsabilidad colectiva. Por ejemplo, ¿qué factores colectivos están favoreciendo la violencia sexual? Si definimos a algunos condenados como no-personas, es decir, seres extraños a la sociedad, tumbaremos los principios de nuestro sistema penal: la proporcionalidad y humanidad de las penas y el objetivo de reinserción".
Y Garrido habla de valores: "La prisión permanente revisable evita nuevas víctimas y envía un mensaje a la sociedad: 'Hay actos tan intolerables que sus autores no merecen volver a vivir en libertad'. La cuestión es qué valores queremos preservar. Para mí, lo más importante es el 95% de presos restante; debemos favorecer la reinserción del sistema penal, porque es más humano y, al tiempo, más eficaz para prevenir la reincidencia. Todos esos presos son reinsertables. Que un psicópata sexual o un asesino en serie pase toda su vida en la cárcel no me quita el sueño".
Fuente: El Mundo