Las elecciones autonómicas de este jueves, las cuartas desde 2010, mostraron cierto voto de castigo a los partidos independentistas, especialmente a los antisistemas de la CUP, que, sin embargo, han logrado su propósito de seguir sumando más escaños que el resto de fuerzas.
En una campaña marcada por la excepcionalidad y centrada casi exclusivamente en la conveniencia o no de dar continuidad al 'procés', la portavoz nacional de Cs y líder del partido naranja en Cataluña, Inés Arrimadas, ha conseguido mejorar los mejores pronósticos e imponerse, tanto en número de votos como en escaños.
Su victoria supone un hito ya que nunca antes, un partido no nacionalista había logrado estos datos ni en los tiempos de la Segunda República ni tampoco desde la recuperación del autogobierno, en la Transición. Entre 1980 y 2015, la antigua CiU y luego la alianza entre CDC y ERC fue la fuerza con más parlamentarios, aunque tanto en 1999 como en 2003, el PSC de Pasqual Maragall consiguió más apoyo popular.
¿Ha supuesto la aceleración del 'procés' que ha tenido lugar tras el verano, con la aprobación de las leyes de "desconexión", la celebración de un "refereréndum" sobre la secesión y la aprobación de una declaración unilateral de independencia (DUI) un tiro en el pie para los independentistas? Los históricos resultados que ha conseguido Cs así lo ponen de manifiesto, pese a que JxCat, ERC y la CUP suman más escaños que el resto.
El mantenimiento de la mayoría absoluta va a ser una carta que exhibirán los partidos y entidades secesionistas ante unas bases que, esta vez, han votado con desilusión. Sin embargo, el secesionismo pierde apoyos, y se deja dos diputados.
Está por ver qué ocurrirá ahora. Los independentistas repitieron hasta la saciedad durante la campaña electoral que se conseguirían legitimados para seguir gobernando y desarrollar su plan rupturista si mantenían su hegemonía en parlamentarios.
Sin embargo, los resultados evidencian una Cataluña partida por la mitad. En las principales ciudades y en el cinturón de Barcelona, se produjo una movilización histórica de Cs, aunque no ha sido suficiente para arrebatar la hegemonía a los secesionistas.
El independentismo ya ha dicho que se considera legitimado para seguir gobernando, aunque Carles Puigdemont no va a poder regresar a España, ya que de inmediato sería encarcelado. Por su parte, la investigación del 1-O también apunta contra Marta Rovira, y por su papel clave a la hora de organizar esta votación.
A la espera de ver cómo evoluciona esta causa judicial, que afecta a todos los exconsejeros y a varios miembros de la mesa del Parlament de la anterior legislaturas, la principal duda es ver cómo evolucionan las negociaciones con la CUP.
En 2015, tras unas maratonianas negociaciones y en el último momento, hubo acuerdo entre los partidos independentistas. En esta ocasión, ERC y la antigua CDC se han presentado por separado, en una campaña que ha enturbiado al máximo sus relaciones.
Ni los republicanos ni los neoconvergentes -que se han presentado bajo unas nuevas siglas, Junts per Catalunya (JxCat)- apelan explícitamente a proseguir con la unilateralidad en sus programas, algo que sí ha hecho la CUP, aunque sale de estos comicios muy debilitada, y perdiendo por el camino más de la mitad de sus escaños.
No se sabe con exactitud qué ocurrirá. JxCat y ERC tenían como principal promesa la recuperación del autogobierno y la continuidad del independentismo al frente de las instituciones catalanas, pese a las consecuencias que ha tenido su plan y siempre habían negado a sus bases: una fuerte polarización social -que se salda con un apoyo a Cs sin precedentes-, la destitución del Govern que presidía Carles Puigdemont y un clima de inseguridad jurídica que ha implicado la fuga de más de 3.000 empresas a otras autonomías.
Otro reto es si el Gobierno de Mariano Rajoy va a poner fin a la intervención de la autonomía catalana, que es una de las principales exigencias de los partidos independentistas.
La CUP no es la única perdedora de la noche electoral. Podemos y sus aliados pierden votos. Los comunes se presentaban con un nuevo candidato, Xavier Domènech, bajo una nueva marca -Catalunya en Comú-Podem- que tenía que ser la definitiva tras el último ciclo electoral donde se habían presentado bajo múltiples paraguas.
Los datos confirman que el tirón que hace dos años y medio tuvo la alcaldesa de Barcelona y principal cara de la formación, Ada Colau, no ha tenido continuidad, y que la bipolarización de la campaña y su apuesta explícita por la indefinición les ha pasado factura. Pasan de once a ocho escaños.
Para el PP catalán, el 21-D supone un castigo sin precedentes. El partido de Mariano Rajoy no ha conseguido sacar bandera de la intervención de la autonomía que tuvo lugar a finales de octubre tras la intervención de la DUI, prevista en el artículo 155 de la Constitución.
Los populares pasan de 10 a tres escaños, puesto que buena parte de su electorado se ha inclinado por Cs. Al quedarse por debajo de los cinco diputados, tampoco podrán formar grupo parlamentario, por lo que sus electos perderán una parte muy importante de sus prerrogativas.
El PSC ha conseguido mejorar sus resultados, algo que no ocurría desde 1999. Sin embargo, el resultado está muy por debajo de las expectativas, ya que sólo crece un diputado, y se situará en los 17. No ha logrado sacar partido de su alianza con dirigentes de la antigua Unió, que tenía como propósito reconectar con el electorado de la antigua CiU harto del independentismo.
Fuente: Expansión