Una marea humana inundó ayer el centro de Barcelona en defensa de la Constitución y la unidad de España. Bajo el lema Recuperem el seny, la masiva protesta añade una enorme dosis de presión al presidente catalán, Carles Puigdemont, que se plantea hacer mañana en el Parlament una declaración de independencia. Los manifestantes expresaron su rechazo a un posible diálogo y a una mediación si antes no se restablece la ley en Cataluña. La marcha, convocada por Societat Civil Catalana, resultó histórica por su envergadura y lanza un rotundo mensaje al independentismo de que no tiene el monopolio de la calle. “Sin nosotros no hay solución. Oirán nuestra voz: no van a tener otro remedio: ya no vamos a callar más”, recalcó el manifiesto de la convocatoria.
La manifestación desbordó por completo todas las previsiones de los organizadores, que admitieron que no habían imaginado una respuesta igual. La cabecera partió oficialmente a las 12.00 de la plaza de Urquinaona, pero una hora antes las calles adyacentes ya estaban atestadas. Portando banderas españolas, con mástiles o a modo de capa, y también muchas senyeras, los manifestantes, expresando el rechazo más firme a una posible ruptura, lanzaron el mensaje al Govern de que no permanecerán impasibles ante una declaración de independencia unilateral e impuesta.
La marcha ha culminado con un manifiesto leído por el escritor Mario Vargas Llosa y Josep Borrell
Los mossos d'esquadra registraron al término de la manifestación ocho incidentes entre los que destacan tres peleas y dos agresiones, una a un fotógrafo aficionado, cuando quería tomar una imagen de un grupo de manifestantes -en las imágenes se ve como corre; acabó con una herida en la cabeza- y a un grupo de periodistas de Tele 5. Tras la marcha, un grupo de manifestantes rodeó también a una patrulla de la policía autonómica, frente al Liceo, y tuvieron que buscar refugio en una comisaría de la Guardia Urbana. Posteriormente, se registró una pelea con ciudadanos árabes. Un coche de bomberos, en el lateral de la Gran Vía con el Passeig de Gràcia, tuvo que retroceder al barrarles el paso los manifestantes. Cientos de personas se manifestaron después en la plaza de España, ante la comisaría de los Mossos, increpando a los agentes. En el Parlament, grupos de ultras destrozó vallas que cercaban la Cámara.
Con el lema Prou! Recuperem el seny (“¡Basta! Recuperemos el sentido común”), la pancarta principal reunió al Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y a representantes de los partidos constitucionalistas, especialmente del PP —el delegado del Gobierno, Enric Millo; la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, o la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes— y de Ciudadanos. Por primera vez, el popular Xavier García Albiol e Inés Arrimadas, líder de la oposición catalana, de Ciudadanos, coincidieron en una marcha. Antes de desfilar, Albiol remarcó la trascendencia histórica de la jornada al equipararla a la movilización masiva por Miguel Angel Blanco, asesinado por ETA en 1997. El PSC llamó a participar y estuvo representado por su número dos, Salvador Illa y el exministro Josep Borrell.
Los organizadores cifraron la participación en más de un millón de personas, según Àlex Ramos, vicepresidente de Societat Civil y militante del PSC. La Delegación del Gobierno no dio cifras. La Guardia Urbana la calculó en 350.000 asistentes, mientras fuentes de la Policía la estimaron en 400.000 personas, informa Patricia Ortega. La participación supone un salto de gigante con respecto a las movilizaciones contra la secesión de los últimos años en Barcelona. La más numerosa, en 2014, reunió a unas 40.000 personas. El éxito de la convocatoria refuerza la posición del Gobierno de Rajoy en su decisión irrevocable de no aceptar una mediación como propone la Generalitat y mucho menos de aceptar un referéndum como desearía la mayoría del soberanismo, empezando por Catalunya en Comú.
“¿Dónde está la alcaldesa?”, gritaron los manifestantes contra Ada Colau Las pancartas fueron elocuentes. “Gobierno de España; cumpla y haga cumplir la Constitución. Artículo 155 ya!”, decía una. “La unidad de España no se vota ni se negocia: se defiende”, rezaba otra. O “Trapero traidor”, en referencia al jefe de los Mossos. Los lemas coreados fueron meridianos. Además de pedir cárcel para Puigdemont, los manifestantes gritaron: “No somos fachas, somos españoles” y arremetieron contra TV3: “TV3 manipuladora” o “Luego dirán que somos cinco o seis”. La protesta se detuvo varias veces ante la Jefatura Superior de Policía. “Esta es nuestra policía”, gritaron los presentes. Grupos de independentistas indignados con las cargas del 1 de octubre habían gritado el martes en el mismo lugar: “Este edificio será una biblioteca”.
Societat Civil aseguró que la marcha reunió a gente de todas las ideologías. La entidad fletó 70 autocares, 10 de ellos de Madrid, y animó a ciudadanos del resto de España a viajar a Barcelona: llegaron desde Madrid, Castilla-La Mancha, Galicia, Aragón, Valencia, Andalucía o La Rioja. Pero había muchísima gente de Barcelona y de toda Cataluña. “No me imagino una España sin Cataluña”, dijo Jorge, manchego. “Teníamos la impresión de que la gente tiene miedo a hablar y hemos venido a apoyarla”. Cinto, de 60 años, votante de toda la vida de Convergència, se manifestó por primera vez en su vida. “Me he quedado huérfano de partidos. Soy catalanista pero no quiero quedarme fuera de la legalidad”, dijo. Y pidió algo: que Rajoy no humille y que Puigdemont no acabe en la cárcel para no enconar más el conflicto.
La marcha acabó con el himno de España, El cant de la senyera y el Himno de la Alegría. Antes de eso, en el escenario varios de los invitados tomaron la palabra y, en algunos casos, fueron más allá del discurso de Societat Civil Catalana: Vargas Llosa definió al soberanismo como un movimiento “racista”; el exfiscal jefe Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo llamó a Puigdemont y a sus consejeros “presuntos delincuentes”. Borrell lamentó el silencio de los empresarios, que ahora huyen de Cataluña, y pidió un “control democrático” de los medios públicos. “Son una vergüenza”. A la convocatoria asistieron empresarios como el presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España, Josep Lluís Bonet.
El independentismo cumplió a rajatabla la consigna de evitar confrontaciones y desapareció de Barcelona. No se vio ni una estelada. No hubo incidentes en la manifestación previa en la que participaron grupos de extrema derecha como Falange o Legión Urbana. Las dos marchas confluyeron durante un tramo. A la manifestación con presencia de ultras se sumó Javier Tebas, presidente de LaLiga, y Óscar Belmon, exedil del PP que dijo que Colau debía ir a fregar los suelos. Los ultras gritaron contra los balcones donde colgaban esteladas. Unos 200 acabaron ante las puertas del Parlament, custodiado por los mossos.
Fuente: El País