Caja de pago de un supermercado. SOPA IMAGES (SOPA IMAGES/LIGHTROCKET VIA GETTY)
La inflación sigue su irregular curso a la baja. El Índice de Precios al Consumo (IPC) se moderó al 1,9% en junio, frente al mismo mes del año pasado. La tasa, publicada este jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE), es la menor desde abril de 2021, pero viene, sin embargo, con dos asteriscos: la mejora de la inflación en los últimos meses se debe, principalmente, al efecto base: como en el mismo periodo del año pasado los precios estaban disparados, la comparación interanual resulta más benigna a primera vista. Además, la subyacente, aquella que no tiene en cuenta alimentos frescos y energía, sigue alta: aunque se moderó respecto del mes pasado, fue del 5,9%.
El IPC de junio —que es un dato avanzado y tendrá que confirmarse— fue más de un punto menor que el de mayo, que marcó una variación interanual de precios del 3,2%. Desde el INE señalan que esta evolución es debida, principalmente, a que este mes la subida de los precios de los carburantes, de la electricidad y de los alimentos y bebidas no alcohólicas ha sido menor que en junio del año anterior. Para el Ministerio de Asuntos Económicos, con el dato “se confirma la eficacia de las principales medidas de reducción de impuestos y bonificaciones”. El Ejecutivo prorrogó este martes parte de estas medidas, como la eliminación o reducción del IVA de ciertos alimentos básicos, el descuento del precio de los carburantes para profesionales o el tope al precio de la bombona de butano.
Para Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, lo que está conteniendo los precios —que suben, pero de forma más moderada— es principalmente la bajada de la energía, además de una moderación de la inflación en los alimentos. A ello se suma que en España los sueldos no están subiendo como en el resto de Europa: “Los costes laborales unitarios crecieron en el primer trimestre en torno al 3%, entre un punto y dos menos que Alemania, Francia o Italia”, señala Raymond Torres, director de coyuntura económica en el think tank Funcas.
El estallido de la guerra de Ucrania disparó los precios de la energía y empujó hacia arriba a una inflación que ya venía apuntando maneras a finales de 2021, impulsada por los cuellos de botella en el comercio y por el retorno del consumo tras lo peor de la pandemia. El IPC se mantuvo en dobles dígitos durante el verano pasado, tocando techo en julio con una tasa interanual del 10,8%. Aunque los economistas coinciden en que no volveremos a ver esas cifras mareantes, queda camino por recorrer. Primero, porque las comparaciones ya no serán tan beneficiosas cuando se hagan respecto de los meses en los que los precios energéticos comenzaron a moderarse y, segundo, porque la inflación subyacente —en la que se fijan los bancos centrales para establecer su política monetaria— está siendo más pegajosa de lo esperado.
“La gran caída de la inflación energética de finales del año pasado hará que todo el impacto negativo de la energía empiece a ser más pequeño”, apunta Talavera, de Oxford Economics, que espera que en los últimos meses de este año la inflación se mueva entre el 3% y el 3,5%. Por otro lado, señala Torres desde Funcas, el más que probable verano récord para el turismo va a seguir presionando a una inflación subyacente que está siendo sostenida en buena parte por los servicios. Además, a finales de año deberían irse eliminando las medidas anticrisis prorrogadas por el Gobierno —con su consiguiente efecto al alza en el IPC—, como el descuento o eliminación del IVA para algunos alimentos, que, de moderarse la inflación subyacente por debajo del 5,5%, se eliminará.
España se convierte en la primera gran economía de la eurozona que pasa por debajo barrera psicológica del 2%, el ansiado objetivo de inflación establecido por el Banco Central Europeo. Con las subidas de precios moderándose en la zona euro —que ya está en su menor nivel desde el inicio de la guerra—, los bancos centrales no parecen tener intención de levantar el pie del acelerador, con el riesgo de crisis que ello conlleva. “Hay un riesgo de sobrerreacción”, advierte Torres desde Funcas. Para Talavera, los banqueros centrales están intentando enmendar el “error absoluto” de no haber anticipado la escalada: “Ahora están haciendo un control de daños reputacionales, ya no se pueden permitir que la gente piense que la inflación no se va a controlar y van a transmitir el mensaje de que harán lo que sea”. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, adviritó este miércoles de que aún queda camino por recorrer, y confirmó que harán una nueva subida de tipos en julio.
Fuente: El País