Un trabajador en una planta de Volkswagen en Alemania. GETTY
Escapar de la crisis económica provocada por el coronavirus empieza a parecerse a una carrera de obstáculos crecientes. La zona euro crecerá un 2,7% del PIB este año, España lo hará un 4%, según las previsiones de primavera de la Comisión Europea. Bastante menos que en los vaticinios divulgados en invierno, en ambos casos más de un punto porcentual. La causa primera tiene fecha: el 24 de febrero de este año Rusia invadió Ucrania y, al drama humano de toda guerra, añadió un nuevo obstáculo a la recuperación.
“La guerra ha cambiado el panorama, al provocar nuevas interrupciones en el suministro mundial, alimentando nuevas presiones sobre los precios de las materias primas y aumentando la incertidumbre”, justifica el informe de primavera del departamento de Economía de la Comisión Europea, que está plagado de correcciones a la baja comparado con el anterior. Los países que más lo sufren son los que más dependen de la energía rusa. Anticipan los técnicos de Bruselas que Alemania crecerá un 1,6% en 2022, dos puntos menos de lo que esperaban hace tres meses; Italia lo hará un 2,4%, una corrección a la baja ligeramente menor. También a España se le aplica una rectificación importante, 1,6 décimas, hasta ese 4% que empeora en medio punto el pronóstico del Ministerio de Economía. En cambio, Portugal mejora su pronóstico, hasta el 5,8%.
También para 2023 se esperan crecimientos menores a los apuntados hace apenas tres meses. Para España un 3,4%, un punto menos que en invierno, y para la zona euro, 2,4%, tres décimas menos.
La contienda de Putin es el problema añadido de este trimestre. En el anterior fue omicron, la variante del coronavirus que surgió en noviembre de 2021 y provocó nuevas restricciones a la actividad con su consiguiente impacto económico. Aquello ya se tradujo en unas previsiones menos optimistas en invierno. Las divulgadas este lunes son algo más pesimistas, si bien la economía sigue creciendo con cierta energía: un aumento del 4% en España se sitúa en los niveles propios de la burbuja inmobiliaria de comienzos de este siglo.
Omicron puede parecer algo del pasado reciente en Europa, pero no lo es en China y eso golpea a la economía. Los confinamientos del gigante asiático, más la guerra, agravan un problema que persiste desde que se puso en marcha la recuperación: los problemas de suministro en las cadenas de producción. “Van a persistir a lo largo de 2022″, han vaticinado los economistas de ING. Y eso se convierte en una combinación perversa para otro de los problemas que atenazan la recuperación: la inflación.
Sostiene ahora la Comisión Europea que el índice de precios al consumo de la zona euro se situará en el 6,3% y en España en la misma cifra. Este dato anticiparía una bajada de la inflación en la segunda mitad de 2022, como pronosticó hace unos días la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, en EL PAÍS. Pero hace meses la caída del IPC prevista en el segundo semestre era mayor.
Desde luego, es evidente que la marcha de los precios ha sorprendido al Ejecutivo comunitario -y a casi todo el mundo- en los últimos meses y, para eso, solo hay que ver las dos pronósticos sobre el IPC de la zona euro lanzados en otoño y en invierno: en noviembre se vaticinó una inflación para 2022 del 2,2% y en febrero, del 3,5%. Este lunes el pronóstico para este año es del 6,1%. Energía, guerra, interrupciones en las cadenas de suministro figuran entre las causas de la escalada. “El aumento de los costes de los insumos, sobre todo de la energía y los fertilizantes, ya había empezado a presionar los precios de los alimentos a finales del año pasado. “El aumento de los costes de los insumos, especialmente de la energía y los fertilizantes, ya había empezado a presionar los precios de los alimentos a finales del año pasado. En la producción y la exportación de cereales, semillas oleaginosas y otros productos de cereales, de los que Ucrania y Rusia son exportadores, la guerra ha intensificado las presiones”, explican los economistas de la Comisión.
Rodeado de una inflación creciente y una recuperación menguante, más la incertidumbre propia de la guerra y los latigazos del virus en Asia, el Ejecutivo comunitario se enfrenta en las próximas semanas -o días- a la decisión de qué hacer con las reglas fiscales del pacto de estabilidad. Las suspendió en 2020 para que los Gobiernos pudieran tirar del gasto público ante el desmoronamiento económico que provocó la pandemia. Y así han seguido, a través de la llamada cláusula de escape, hasta 2022. A comienzos de año parecía que se había decidido volver a la normalidad, pero con los primeros compases de la invasión las cosas parecieron cambiar.
Aunque como apunta el propio informe comunitario, todos los pronósticos hay que tomarlos con mucha cautela: “La naturaleza y la magnitud sin precedentes de las perturbaciones provocadas por la guerra hacen que las proyecciones de referencia presentadas en esta previsión estén sujetas a incertidumbre considerable”.
Fuente: El País