Imagen de dos cargueros en el Canal de Suez. (Reuters)
SEAT acordó con los sindicatos a finales de septiembre un ERTE que afectará a 11.348 trabajadores hasta el 30 de junio de 2022 de sus fábricas españolas como consecuencia del desabastecimiento de semiconductores. La empresa no puede mantener abiertas sus líneas de producción por la escasez de chips, de modo que ha decidido optar por un ERTE que será flexible y que afectará, diariamente, a entre 482 y 1.276 empleados en función de la disponibilidad de estos bienes intermedios.
La situación de SEAT puede ser la punta del iceberg del grave problema de suministros que está sufriendo la economía española. Los datos de producción industrial muestran un parón que se extiende ya desde el pasado mes de junio, en un contexto en el que debería estar creciendo rápidamente para satisfacer el crecimiento de la demanda tras el final del estado de alarma. Según las cifras del INE, la producción industrial de agosto, corregida de efectos de estacionalidad y calendario, fue un 2,5% inferior a la de mayo. Un dato sorprendente si se tiene en cuenta la intensa creación de empleo que se ha producido en todos estos meses, así como la mejora de la confianza de empresas y consumidores.
En agosto se registró el tercer mes consecutivo de caída de la producción industrial, lo que confirma que existe un problema del sector, que va a la contra de la recuperación económica. Los problemas de suministro y el encarecimiento de la energía están detrás de esta debilidad de la producción, lo que supone un lastre para la recuperación económica.
En palabras de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, en su comparecencia del miércoles en el congreso de los diputados, la falta de suministros “es un asunto muy preocupante”. Estos problemas de abastecimiento se deben principalmente a tres factores. El primero es la reducción de la producción en algunas regiones del mundo, como es el este asiático, por el impacto persistente de la pandemia. El segundo, la limitación en el transporte marítimo de mercancías por los problemas sanitarios. Y el tercero, la sustitución de algunos compradores que fallaron durante la pandemia por otros que aumentaron su demanda. Es el caso de los semiconductores, en el que las empresas de productos informáticos se quedaron con la producción que no necesitaron las automovilísticas durante el gran confinamiento y que finalmente han terminado desplazándolas como compradores prioritarios.
En el sector del automóvil, la producción de agosto fue todavía un 1% inferior a la del mismo mes del año anterior. Esto es, seguía todavía en los niveles vistos en la fase inicial de la recuperación. Si se compara con el mes de agosto de 2019, la producción fue un 20% inferior, dato que muestra lo lejos que está el sector de volver a la normalidad. El crecimiento no se consolidará hasta que no se recuperen los suministros, escenario que no llegará, al menos, hasta la próxima primavera.
Este es uno de los sectores económicos más importantes para España. Además, con la agravante de que el grueso de la producción se centra en el ensamblaje de bienes intermedios que se producen en otros países, lo que hace que sea muy vulnerable ante las disrupciones de las cadenas de suministro.
Pero no es el único sector en una situación delicada. Los fabricantes de electrodomésticos y productos informáticos también tienen una gran dependencia de los semiconductores y están sufriendo el mismo problema que las automovilísticas. Desde que comenzaron los problemas de suministro, la producción de estas empresas se ha reducido un 7,6%. En total, los niveles de fabricación están todavía un 2% por debajo de los existentes antes de la pandemia, con la agravante de que la tendencia ahora es decreciente a medida que aumentan los problemas de suministro de chips.
La ralentización de la producción industrial contrasta con el clima optimista que vive el sector, tal y como muestran las encuestas realizadas en las últimas semanas. En el caso de la 'Encuesta de clima industrial', que elabora mensualmente el Ministerio de Industria, muestra el mayor nivel de confianza desde el año 2019, antes de la pandemia. El motivo es que la cartera de pedidos que tienen las fábricas cubre casi seis meses completos de producción.
En paralelo, las empresas reconocen una reducción de la capacidad productiva debido a los problemas que están teniendo para producir por el desabastecimiento y el encarecimiento de los productos intermedios. Esto implica que no se está creando el empleo que se debería estar originando en esta fase de intensa recuperación de la demanda. En su lugar, lo que se está produciendo es un aumento de los plazos de espera de los clientes y una rápida subida de los precios.
Según los datos del INE, los precios de los bienes industriales están subiendo a un ritmo anual del 18%. Se trata de la mayor inflación registrada desde el año 1980. Es cierto que la energía es el principal impulsor de los precios, pero no el único. El coste de los bienes intermedios se está disparando más de un 16%, una subida que no se había producido en casi tres décadas. Estos bienes intermedios implican un rápido incremento de los costes de los suministros para toda la industria.
Esta suma de los problemas de desabastecimiento y encarecimiento de los costes de producción está provocando este parón en la recuperación de la actividad en las fábricas. Esta situación, que al inicio del verano parecía solo una situación curiosa, se está convirtiendo en uno de los grandes quebraderos de cabeza para el tejido productivo. Sobre todo porque la coyuntura actual no está en fase de recuperación, sino todo lo contrario. Las empresas se preparan para un invierno que seguirá siendo complicado y creen que no será hasta la próxima primavera, en el mejor de los casos, cuando los problemas de suministros empiecen a aliviarse.
Fuente: El Confidencial