Foto: EFE
Con la incidencia acumulada a 14 días situada en los 252,16 casos por cada 100.000 habitantes, España se situó este miércoles en situación de riesgo extremo. Los datos demuestran que es un fenómeno basado en el contagio de los menores de 30 años. Así, entre los 20 y 29 años, este índice se dispara hasta los 814 casos. Estas cifras han provocado una alarma sin precedentes en los últimos meses, así que algunas comunidades están dispuestas a tomar medidas serias. Varias están realizando cribados masivos, Cataluña vuelve a cerrar el ocio nocturno y Castilla y León incluso pide volver al toque de queda y a la mascarilla obligatoria en exteriores.
Las cifras son todavía más espectaculares si se comparan con la tranquilidad que viven los países de nuestro entorno. La incidencia en Francia está en 35; la de Italia, en 13, y la de Alemania, en siete. Solo el Reino Unido tiene una peor situación, que arrastra desde varias semanas atrás y que no parece tener mucho que ver con este brote juvenil tan genuinamente español. Incluso hemos superado a Portugal en un abrir y cerrar de ojos, a pesar de que el país vecino duplicaba la incidencia española hace menos de dos semanas. En un país dependiente del turismo, no hay peor manera de comenzar un mes de julio.
Como ha ocurrido en otros momentos de la pandemia, los aspectos socioculturales son clave para explicar las olas. En este caso, se podría añadir un elemento educativo. “El sistema de enseñanza español sigue siendo muy memorístico y esto hace que los alumnos de institutos y universidades permanezcan muy recluidos durante semanas y, de repente, se produzca la gran explosión tras los exámenes”, apunta Ignacio Rosell, epidemiólogo que forma parte del grupo de asesores de Castilla y León.
En la comparación con algunos países de Europa, esta cuestión podría tener cierta influencia frente a modelos que apuesten más por trabajos continuos. “Si acabar el curso no supone salir de una prisión, se lo tomarán de forma distinta”, apunta. Además, hay que tener en cuenta que no todos los calendarios escolares coinciden, así que no es descartable que ese efecto de celebración del fin de curso se note en otros momentos. Asimismo, el fenómeno de los viajes escolares a zonas costeras que ha dado lugar a algunos de los brotes más sonados estas últimas semanas tampoco tiene parangón en todos los países, ni siquiera en otros cursos académicos anteriores a la pandemia, ya que las restricciones de este año los han desplazado a finales de junio.
A todos estos factores, habría que añadir un cierto 'efecto llamada' de la apertura del ocio nocturno con carácter previo, apunta Rosell, que es uno de los miembros de la Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta, un órgano del Ministerio de Sanidad que reúne a los técnicos de las comunidades autónomas y que se ha posicionado a favor del cierre de este tipo de establecimientos para tratar de contener esta nueva ola de covid juvenil.
“Termina el fin de curso y el modelo de ocio son fiestas en discotecas de Mallorca o de Salou, en sitios cerrados, donde no se van a poner la mascarilla y las posibilidades de eventos supercontagiadores son muy elevadas”, coincide Pedro Gullón, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá de Henares. Aunque “era previsible que la incidencia subiera”, este tipo de eventos ha sido clave para que el fenómeno haya sido “más explosivo de lo que cabría esperar”. Este experto publicó ya hace meses, junto a Usama Bilal y Javier Padilla, una revisión de estudios internacionales que confirmaba que el papel de la hostelería ha sido fundamental en esta pandemia. No obstante, “el ocio de España es muy dependiente” del modelo de discotecas, “más que otros países, porque hay una industria muy fuerte”, también asociada al turismo.
¿Qué pasa en Europa con las discotecas? En Francia, estarán cerradas hasta este viernes, 9 de julio, cuando podrán abrir con condiciones de aforo reducido y solo dejarán entrar a clientes vacunados, que hayan pasado la enfermedad o que tengan un test negativo reciente. En estas condiciones, de momento solo abrirá un 25% de las salas. En los Países Bajos, las salas de baile abrieron el último fin de semana de junio con esos mismos requisitos: para entrar, hay que mostrar un código QR que demuestre haber pasado la prueba o la inmunización, pero aun así se han registrado algunos brotes. En Dinamarca, no recuperarán el ocio nocturno hasta septiembre y también exigirán el pasaporte covid, con la misma información. En Italia, abrieron a mediados de junio, pero con limitaciones: por ejemplo, está prohibido bailar. En definitiva, es difícil encontrar un país tan permisivo como España.
Reapertura del ocio nocturno en Mallorca. (Foto: EFE)
“Andalucía fue la primera comunidad que abrió las discotecas y hasta ahora había permanecido como líder en incidencia acumulada”, destaca Joan Carles March, exdirector de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Por lo tanto, coincide en que “las discotecas son un espacio que favorece el incremento de casos y que ha explotado al finalizar el curso escolar”. En ese sentido, el efecto que han tenido los viajes de fin de curso, aunque hayan sido hechos puntuales, ha podido ser el catalizador que nos ha colocado en la situación actual. “España ha hecho un buen trabajo durante 2021, y en particular algunas comunidades. Baleares tenía la incidencia más baja, pero se producen dos hechos clave: las fiestas de Sant Joan, con un incremento de casos muy importante en Menorca, y el macrobrote de Mallorca. Dos hechos puntuales generan un cambio de tendencia radical”, explica.
Sin embargo, también cree que no hay que desdeñar el papel que tienen los botellones, otro fenómeno mucho más masivo y significativo aquí que en otros países. A pesar de que las gotitas y aerosoles que transportan el virus se diluyen al aire libre, un botellón en la calle también puede ser un foco de infección: por la ausencia de distancia y de mascarillas, y por compartir bebidas. Probablemente, no provocará un evento de supercontagio en el que una sola persona puede contagiar a decenas, como se ha documentado en algunos locales, pero puede contribuir a que el virus se transmita por múltiples contactos cercanos entre distintos participantes.
Los aspectos psicológicos constituyen otro elemento importante. “En las últimas semanas, ha habido una sensación de que esto se ha superado, nos quitan las mascarillas en el exterior y la interpretación es que no pasa nada si me la quito también en el interior o si no guardo una distancia, aparte de que el alcohol tiene un efecto importante”, comenta el experto. En ese sentido, “el ocio de los jóvenes necesita una reflexión y un debate en que participen ellos mismos para saber qué es lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo, no es normal que tengamos unas cifras de incidencia tan elevadas”, y el alcohol está en el trasfondo del problema.
“Es evidente que se ha bajado la guardia, hay una falsa sensación de seguridad que produce el pensar que ya estamos en la fase final de la pandemia y podemos ir recuperando parte de la vida que perdimos”, apunta Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV) y epidemiólogo. “Es cierto que estamos mejor que antes, pero pensar así es un riesgo porque no está todo el pescado vendido”, añade.
Botellón en Barcelona. (Foto: EFE)
Con este contexto, los jóvenes tienen más ganas de desquitarse que nadie. “Hay que comprender que los estudiantes han superado un año muy duro, han cumplido muy bien los protocolos durante el curso escolar y al terminar los exámenes quieren vivir. En ese sentido, los adultos les hemos dejado una puerta abierta: la de la discoteca”, afirma gráficamente el exdirector de la Escuela Andaluza de Salud Pública. La gran desescalada comenzó con la desaparición del estado de alarma, en mayo, y culminó con el fin de la obligatoriedad de las mascarillas al aire libre. En la práctica, en un proceso impulsado por la bajada de la incidencia y el aumento de la vacunación, se pasó en menos de dos meses de medidas tan drásticas como los toques de queda a una nueva normalidad sin apenas restricciones. Para colmo, llegaron las fiestas de San Juan y otras celebraciones populares. Suficiente para dejarse llevar por la euforia.
No obstante, no estaríamos hablando de nada de esto si los jóvenes ya estuvieran inmunizados. “El proceso de vacunación en España, exclusivamente por tramos de edad, ha dejado una bolsa de población sin cubrir”, apunta Pedro Gullón. Otros países europeos que han dispuesto de un suministro de dosis similar al de España han optado por distribuirlas de otra forma. Aunque en un principio la prioridad en todas partes fue proteger a los más vulnerables, hace más de un mes que Alemania, Italia y Francia optaron por ampliar la vacunación a todas las franjas de edad, mientras que España solo ha empezado a hacerlo en algunas comunidades autónomas en los últimos días, precisamente a raíz de los últimos brotes.
El resultado es que, según los datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), el 40% de los jóvenes franceses o italianos de entre 18 y 24 años tiene al menos una dosis. Por el contrario, los menos inmunizados en esa franja son los de España (8,4%), Portugal (7%) y Bulgaria (6,7%). ¿Nos hemos equivocado? En opinión del vacunólogo García Rojas, lo lógico era y es proteger primero a quienes tienen más probabilidades de desarrollar un covid grave, pero esta ola ya ha hecho cambiar de estrategia a varias comunidades. El problema es que ya es demasiado tarde, porque no se puede considerar que una persona está protegida hasta días después de la segunda dosis.
Foto: EFE
Del mismo modo, tampoco es fácil estimar si la presencia de la variante delta tiene una contribución notable en esta escalada de casos, pero lo cierto es que entre los miles de contagios que están saliendo a la luz en estos días, tiene una presencia importante. El último informe del Ministerio de Sanidad deja las cifras en un 10% de todos los casos registrados, pero a estas alturas debe ser mucho mayor, porque la secuenciación del virus se notifica con cierto retraso y esos datos son de mitad de junio.
“Es una variante que no está asociada a formas más graves, pero es más contagiosa y las personas que tienen una sola dosis no están totalmente protegidas”, recuerda el presidente de la AEV, “va a terminar siendo la predominante en nuestro país con toda seguridad”. En cualquier caso, cualquier variable se puede detener con las medidas de contención habituales, ya que sin contacto social, no hay transmisión posible. Por eso, la mayoría de los epidemiólogos consideran que la presencia de una cepa concreta del SARS-CoV-2 no puede servir de excusa.
Esta cuestión remite a otra pregunta: ¿qué ha hecho España para tratar de controlarla desde que comenzó a detectarse en el Reino Unido? “Deberían haberse puesto unas medidas mucho más restrictivas, con controles desde el inicio, no cuando ya era mayoritaria allí”, opina March. Al final, “hace pocos días que hemos empezado a exigir PCR negativa o certificado de vacunación completa, así que esta situación ha favorecido la entrada de la variante delta sin ninguna duda”.
Llegados a este punto, la papeleta que tienen las autoridades sanitarias españolas no es sencilla. “Es difícil para las administraciones asumir que después de tanto tiempo hayan abierto y se encuentren en esta situación”, reconoce March. La sociedad está cada vez menos dispuesta a admitir medidas duras, sobre todo teniendo en cuenta que el impacto de los contagios en la hospitalización no es tan directo como antes, al tratarse de casos en gente joven que presenta muchos menos síntomas graves. La economía tampoco aguanta más.
En ese sentido, la mayoría de los expertos apuestan por lo que Rosell llama “medidas quirúrgicas” centradas en el ocio nocturno. Devolver a un nivel anterior a todos los sectores económicos y tratar de regular aforos de las tiendas o de la hostelería en general provocaría muchos más trastornos y tendría mucha menos efectividad. “Si el interior de un bar está cerrado, está claro que la medida se cumple; pero cuando hablamos de aforos del 33% o del 50%, ¿quién controla eso? Si está abierto, está abierto”, asegura.
Foto: EFE
En su opinión, las medias tintas tampoco serían efectivas para los locales nocturnos. ¿Una solución tecnológica para dejar pasar solo a vacunados, personas que ya hayan superado el covid o gente que haya pasado un test recientemente? “Soy padre de adolescentes y sé cómo circulan los DNI, así que no quiero ni pensar cómo lo haría una captura de pantalla de un certificado covid”, apunta. Además, se pregunta quién se encargaría de realizar esas comprobaciones.
Algo parecido sucede con los test de antígenos. Esta prueba detecta a enfermos con cierta carga viral. Es posible que una persona asintomática dé negativo, pero en ese caso es probable que sea muy poco contagiosa. Por eso, sería recomendable para algunos eventos (por ejemplo, un concierto) siempre que se realice inmediatamente antes. Sin embargo, si pasa demasiado tiempo, es posible que la carga viral de un infectado aumente con el paso de las horas o los días. “Un test de antígenos está fenomenal cuando tienes una sospecha de estar infectado, pero cuando se utiliza para decir que eres negativo y creerte que puedes hacer cualquier cosa, tiene mucho peligro”, alerta el epidemiólogo. Por eso, no parece la mejor solución para el acceso diario a locales de ocio.
Fuente: El Confidencial