Salvador Illa celebra la victoria en la sede del PSC. FOTO: MASSIMILIANO MINOCRI
Ni una pandemia con la consecuente zozobra económica ha servido para aportar previsibilidad al escenario político catalán. Las elecciones celebradas este domingo en Cataluña, con una fuerte abstención motivada por el coronavirus, dieron la victoria al Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) de Salvador Illa en número de votos, pero sin que este empuje haya bastado para vencer al bloque independentista, que sale reforzado de la contienda. Las urnas pusieron en bandeja a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y a Junts per Catalunya repetir la coalición de Gobierno de los últimos años que tanta inestabilidad ha generado dentro y fuera de la comunidad autónoma. La novedad será, si los independentistas se ponen nuevamente de acuerdo, que ERC lideraría por primera vez el Gobierno de la Generalitat descabalgando a Junts.
Los socialistas consiguieron atraerse no solo buena parte del voto no independentista que en 2017 optó por Ciudadanos, sino también el de aquellos que quieren pasar página a diez años de procés. Lograron 33 escaños y el 23% de los votos, su mejor resultado desde 2006. Muy cerca se situó Esquerra Republicana que, con 33 escaños también y el 21,3% de los votos, volvió a quedarse sin ganar las elecciones, pero obtuvo el premio de consolación de quedar en primer lugar, y por primera vez, entre los partidos independentistas en unas elecciones en el Parlament. Sus eternos rivales del centroderecha independentista, ahora bajo la marca Junts, quedaron terceros con 32 escaños y un 20% de votos.
A mucha distancia quedaron otros cinco partidos, destacando la irrupción de Vox en el Parlament como cuarta fuerza con 11 escaños, lo que le convierte en el principal referente de la derecha para combatir el independentismo. Ello dejó fuera de juego a Ciudadanos, el partido que había ganado las elecciones con 36 escaños en 2017 y que ahora tiene que conformarse con solo seis en una de las mayores debacles electorales vividas nunca en Cataluña. El PP volvió a empeorar sus resultados y se quedó con solo tres escaños, uno menos que en su peor resultado de 2017. En Comú Podem, el referente catalán de Podemos, obtuvo ocho diputados (los mismos que tiene). La izquierda independentista anticapitalista, la CUP, obtuvo también su mejor dato histórico, con hasta nueve diputados.
Con estos resultados podría volver a gobernar el independentismo, aunque el PSC también puede intentar sumar a En Comú Podem y a ERC a una eventual mayoría de izquierdas. La mayoría absoluta en Cataluña está en 68 diputados. Si se impone la coalición independentista, ahora estaría encabezada por Esquerra Republicana en lugar de por Junts, que fue la fuerza vencedora en 2017 dentro del bloque secesionista. Esto permitiría a ERC intentar que sea su agenda la que domine ahora, más alejada de la vía unilateral del expresidente Carles Puigdemont, prófugo en Bruselas, y partidaria de presionar para conseguir un referéndum pactado.
Para ver si es factible reformular el actual Gobierno de coalición habrá que ver si Esquerra y Junts logran pactar un mensaje común sobre la cuestión territorial. Junts acusa a ERC de haber desistido en su lucha por la independencia tras abrazar vías más pragmáticas mientras Esquerra acusa a Junts de querer correr demasiado en sus objetivos sin tener suficiente mayoría social.
Este domingo, por primera vez en unas elecciones en el Parlament, los partidos a favor de la independencia lograron más del 50% de los votos, pero esto fue en unas elecciones con baja participación y gracias a la suma de cuatro formaciones —una de ellas, el PDeCAT se quedó fuera del hemiciclo— y con proyectos muy dispares. Además, varios de ellos admiten que el 50% de votos no basta para proclamar la independencia, como tampoco bastan para reformar el Estatuto de Autonomía. En realidad, el independentismo ha conseguido superar el 50% con unos 630.000 votos menos que los logrados en las elecciones de 2017 y con solo el apoyo de un 26% de los votantes del conjunto censo electoral.
El candidato de ERC, Pere Aragonès, lanzó un mensaje al Gobierno central. “Es la hora de resolver el conflicto, es la hora de sentarse y ver cómo resolvemos esto con un referéndum”. La intención de ERC es formar un Gobierno no solo con Junts y la CUP, sino también con En Comú Podem. “Hay una mayoría clara de diputados independentistas y de izquierdas”, dijo antes de emplazar a una reunión a las fuerzas partidarias de la “amnistía” para los presos del procés y de la autodeterminación.
La mayoría de izquierdas parece más complicada porque, aunque el PSC, En Comú Podem y Esquerra sumarían una amplia mayoría en escaños, ERC se desmarcó durante la campaña de cualquier acuerdo con los socialistas. Con todo, el candidato del PSC, Salvador Illa, insistió este domingo por la noche en que quiere presentarse a la investidura pese a que en estos momentos no se le adivinan suficientes apoyos. Solo puede contar con la ayuda de los ocho escaños de los comunes, además de sus 33 diputados. De nuevo, muy lejos de los 68 diputados. Sea como sea, el PSC quiso exhibir su primera victoria en muchos años en unas elecciones catalanas. Illa proclamó que “el cambio en Cataluña no tiene marcha atrás”.
Este domingo por la noche no parecía fácil que los bloques se puedan romper para formar un Gobierno transversal. Para ello, ERC debería desdecirse de su compromiso por escrito de no pactar con el PSC la formación de un Gobierno. O los socialistas deberían aparcar su compromiso de no investir a un independentista.
Ahora se avecinan días y semanas de intensas negociaciones. La CUP será una fuerza necesaria para la formación de un Gobierno estrictamente independentista y en el pasado no lo han puesto fácil: en 2015 lograron incluso la renuncia de Artur Mas a revalidar la presidencia. Los comunes también han dicho que no quieren formar parte de un Gobierno con Junts. Si ninguna de estas piezas encaja, entonces ERC podría decidir explorar otros pactos, pero esto se adivinaba lejano en el horizonte durante esta noche electoral. La prioridad en primera instancia de cada partido es asegurarse la cohesión interna y explorar acuerdos con las formaciones que no ha vetado durante la campaña antes de aventurarse con nuevas alianzas.
A partir de ahora la ley establece un plazo de 20 días para constituir el nuevo Parlament. Después de esa fecha el presidente de la Cámara tiene diez días para hablar con las fuerzas políticas y proponer un candidato o candidata a la presidencia. A continuación se celebra el debate de investidura. En la primera votación se requiere mayoría absoluta. Si no se logra se repite la votación a las 48 horas en la que basta ya la mayoría simple (más votos afirmativos que negativos). Si así tampoco es posible elegir un presidente hay dos meses para hacer cuantas votaciones sean necesarias. Si tampoco lo consiguen se convocan automáticamente nuevas elecciones. Este escenario, aunque posible, estuvo a punto de ocurrir en 2015, cuando la CUP forzó la retirada de Artur Mas en el último momento. Ahora todos dicen querer evitar una negociación larga y en la noche de este domingo ya hubo llamadas entre Junts, ERC, los comunes y la CUP.
La elevada abstención fue el principal hecho diferencial de las elecciones de este 14-F. Votó menos del 54% del censo, superando el mínimo de participación registrado en 1992, cuando Jordi Pujol encadenaba mayorías absolutas.
Las elecciones, las cuartas desde que en 2010 Artur Mas diera comienzo al proceso independentista, se celebraron ocho meses antes de agotarse la legislatura. Los comicios se precipitaron después de que los socios del actual Gobierno, Junts y ERC, fueran incapaces de acordar el nombre de un presidente para sustituir a Quim Torra (Junts), inhabilitado por el Tribunal Supremo. Para el principal ideólogo del procés, Artur Mas, la jornada electoral de este domingo fue un auténtico varapalo. Desvinculado de Junts y ahora apoyando al PDeCAT vio como en menos de diez años ha pasado de lograr victorias con 62 diputados a quedar borrado de la Cámara catalana.
Fuente: El País