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07/03/2017

EL NÚCLEO DURO DE LA UE APUESTA POR UNA EUROPA A VARIAS VELOCIDADES

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Los líderes de Alemania, Francia, Italia y España buscan fórmulas para evitar la desintegración del bloque.

En tiempos de inestabilidad, el viejo núcleo de la Unión Europea busca fórmulas para evitar la desintegración del bloque. En una reunión en Versalles, los líderes de Francia, Alemania, Italia y España se unieron este lunes para pedir la creación de una Europa de varias velocidades. Como ya ocurre con el euro o el espacio Schengen, los países que quieran avanzar más rápido que el resto en un terreno determinado podrían unirse y avanzar sin que los reticentes les frenen. Uno de estos terrenos podría ser la defensa, hoy supeditada a la OTAN.

El presidente saliente de Francia, François Hollande, invitó este lunes a una cena en Versalles a los líderes de Alemania, Italia y España al castillo de Versalles. Hollande, la canciller Angela Merkel, el primer ministro Paolo Gentiloni y el presidente Mariano Rajoy querían enviar un mensaje de unidad. La salida de Reino Unido, el ascenso de los populismos tras años de crisis económica y las fricciones con los Estados Unidos de Donald Trump y la Rusia de Vladímir Putin han puesto en tensión el proyecto común.

“La unidad no es la uniformidad”, dijo Hollande en una comparecencia junto a los otros gobernantes, en la que cada uno leyó un mensaje de seis minutos, sin preguntas de la prensa. “Propugno nuevas formas de cooperación o nuevos proyectos, lo que llamamos cooperaciones diferenciadas, que hagan que algunos países puedan ir más rápido (…) sin que otros países queden apartados ni puedan oponerse”. Con variaciones, Merkel, Gentiloni y Rajoy suscribieron el mensaje, una propuesta informal que puede marcar las discusiones de las próximas semanas.

La cumbre llega en un mes de alto contenido simbólico. En las próximas semanas la primera ministra británica, Theresa May, debe oficializar el Brexit, la salida de la UE decidida por referéndum en junio de 2015. Será la primera vez que un miembro del club lo abandona. Y el 25 de marzo, una cumbre celebrará el Roma el 60 aniversario del tratado que lleva el nombre de esta ciudad y que fundó la Comunidad Económica Europea (CEE), embrión de la UE. Roma será la ocasión de mirar atrás y de “relanzar” el proyecto, en palabras de Gentiloni, que será el anfitrión de las celebraciones.

La publicación, la semana pasada, de un Libro Blanco sobre el futuro de Europa, elaborado por la Comisión Europea, alimenta el debate de ideas. El documento presenta cinco escenarios hipotéticos para una Europa sin Reino Unido, con 27 miembros. Entre una federación de Estados Unidos de Europa, que en tiempos de repliegue nacional muy pocos quieren, y limitar la UE a un mercado único, que supondría dar marcha atrás tras décadas de integración, Francia y Alemania se inclinan por el punto intermedio de la Europa de varias velocidades.

En qué terrenos podrían entenderse los países que quisieran avanzar más rápido es una incógnita. Las dudas de Trump sobre la OTAN, por ejemplo, refuerzan los argumentos de los partidarios de acelerar la Europa de la defensa. Alemania es el país más reticente en este ámbito. Otros posibles ámbitos de integración reforzada citadas por los líderes en Versalles son la unión económica y monetaria, la política de inmigración, la protección de las fronteras y el combate del terrorismo.

“España está dispuesta a ir más allá en la integración con todos aquellos que quieran seguir con la integración”, dijo Rajoy, ferviente partidario de la integración europea en su discurso y decidido a asegurarse la plaza permanente en el directorio de Versalles. La cumbre es una versión ampliada —y más mediterránea, más al gusto de Francia— del eje franco-alemán, desequilibrado en favor de Berlín y menos poderoso en la Europa con casi treinta estados que en las de los 15.

De Versalles, emblema de la grandeza de Francia y también de los fracasos de la llamada comunidad internacional tras la Primera Guerra Mundial, a Roma, la ciudad imperial que alumbró la Europa pacífica de las últimas seis décadas, los gobiernos buscan cómo salir de la crisis. A partir del jueves volverán a encontrarse, ya con todos los socios, en Bruselas. En todo caso no será el grupo de Versalles —Hollande, Merkel, Gentiloni y Rajoy— el que pilotará la solución.

La paradoja es que, de los cuatro participantes en el cónclave de Versailles, tres viven en la provisionalidad. Hollande abandonará el Elíseo dentro de tres meses, y una de las candidatas a sustituirle, Marine Le Pen, hace campaña directamente con la promesa de reventar el proyecto europeo. Merkel afronta unas elecciones legislativas en septiembre en las que intentará revalidar su mandato como canciller, pero su victoria no está asegurada. En Italia la actual legislatura terminará en febrero de 2018, pero amplios sectores del espectro político empujan para una convocatoria anticipada.

Rajoy, que se suma a las reuniones con núcleo de la UE después de los meses de gobierno interino en España, aparece como el elemento más estable en el grupo de los cuatro.

 

Una propuesta que causa recelos

La Europa de varias velocidades, un concepto que lleva décadas debatiéndose en los pasillos europeos, provoca susceptibilidades. Nadie quiere quedar excluido del puente de mando del navío, pero tampoco todos quieren el mismo rumbo. Un ejemplo de la asimetría que definirá el futuro del club —que ya lo define— es el propio formato de la cumbre de Versalles. Los organizadores de la reunión de rechazaban la etiqueta de directorio, palabra maldita porque da la idea de que una minoría de miembros del club de 28 decide por el resto. En vísperas de la reunión, insistían en que la reunión no era prescriptiva y que sólo obedecía a la voluntad de ofrecer pistas, expresar una voluntad de seguir construyendo Europa. Pero era lo más similar al intento de marcar las grandes líneas de lo que debe ser la UE de futuro. Era también una manera de responder a la pregunta sobre quién está en el puente de mando que hoy parece a la deriva.

 

Fuente: El País

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