Un camarero prepara las mesas de la terraza en un establecimiento de Barcelona. ALBERT GARCIA
El mercado de trabajo recibió un duro golpe en 2020. El año acabó con 622.600 puestos de trabajo destruidos y 527.900 desocupados más, la cifra total llegó hasta los 3,71 millones de parados, según la Encuesta de Población Activa (EPA) difundida este jueves por Estadística (INE). Y la tasa de desempleo ha acabado en el 16,13%. El empleo todavía no se había recuperado de la crisis financiera y la Gran Recesión. Estaba ya cerca, pero el coronavirus truncó la llegada a la meta y ha vuelto a poner a España frente a la dura realidad de la que es una de las principales asignaturas pendientes de la democracia española: el mercado laboral, que desde 1980 tiene una tasa media de desempleo del 16,5%.
La EPA es el mejor indicador para medir la salud del mercado laboral. Y la publicada este jueves muestra que el empleo ha sufrido de lo lindo en 2020. Solo durante la Gran Reclusión, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) bautizó los periodos de confinamiento estricto entre marzo y verano, se destruyó en España más de un millón de empleos, un dato sin precedentes. Ese segundo trimestre de 2020 fue el más negro de la serie estadística para el mercado laboral.
Después todo ha sido remar en dirección contraria, aunque, por ahora, no ha sido suficiente. La segunda mitad del año puede calificarse de buena. En verano se creó empleo y también lo ha hecho en el cuarto trimestre del año, de hecho, el aumento de 167.400 puestos de trabajo es la mejor cifra desde 2004. “Los datos son positivos, confirman lo que mostraban el resto de los indicadores que analizamos a diario...pese a tercera ola (de la pandemia), el empleo aumentó en 167.400 personas, el segundo mayor incremento desde 2005”, ha valorado la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Si a esto se añade el aumento de horas trabajadas del 10% en los mismos meses, se puede concluir con bastante probabilidad que la evolución del producto interior bruto, que se conocerá este viernes, será positiva.
Se alejaría así el fantasma de una recaída en la recesión al final del año, algo que anticipaba hace unas semanas el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, y, al mismo tiempo, también vuelve a ponerse en evidencia la incertidumbre de las lúgubres previsiones lanzadas en los últimos meses, que en muchos casos vaticinaban peores comportamientos del empleo y del conjunto de la economía.
No obstante, ninguno de estos datos del mercado de trabajo, ni los anuales ni los trimestrales (ni tampoco las previsiones) pueden deslindarse de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) ni las ayudas a autónomos, que ha evitado un hundimiento de las impresionantes dimensiones alcanzadas entre 2009 y 2013. El dinero público (unos 35.000 millones solo en estas medidas, a las que habría que sumar otras como los avales del ICO) ha logrado frenar la caída. Basta con ver las previsiones que se hacían a mitad de año, con bastantes casas de análisis prediciendo un paro medio el año pasado por encima del 20% (lo que supondría acabar el ejercicio con un porcentaje incluso mayor), explicaba el director del panel de coyuntura de Funcas, Raymond Torres, al hablar de los pronósticos y la incertidumbre vivida durante todo el año. Finalmente ese dato medio para todo el año habría sido del 15,5%.
También los datos de afectados por ERTE muestran la mejora desde los peores momentos de la pandemia hasta ahora. En el segundo trimestre del año se llegó a 3,4 millones, ahora se ha reducido a algo más de medio millón. Se puede argumentar que estas ayudas, cuyos beneficiarios cuentan en las estadísticas como ocupados y no como parados, pese a no tener actividad o tenerla muy reducida, son una especie de intervención masiva del mercado laboral por las autoridades públicas. No es el único caso. También el mercado de capitales y deuda lo está por el Banco Central Europeo y sus compras masivas de bonos, que favorecen el endeudamiento. La incógnita ahora está en cuántos de los que todavía están afectados por un ERTE ―renovados esta semana hasta el 31 de mayo por cuarta vez tras un nuevo pacto con los agentes sociales― van a poder volver a su puesto de trabajo u otro empleo rápido. Esto será la verdadera vara de medir de la recuperación.
Nada más llegar la crisis, el desplome laboral se coló por donde suele hacerlo: el empleo temporal. En apenas unas semanas la afiliación a la Seguridad Social se hundió en un millón de afiliados y ese golpe llegó por los contratos eventuales. En la EPA difundida este martes por el INE se observa que la tasa de temporalidad ha quedado en el 24,6%. Los contratos temporales se han recuperado algo en este trimestre, pero en el conjunto del año la caída ha sido la brecha por la que se ha colado la destrucción de casi dos de cada tres empleos asalariados desaparecidos (algo más de 600.000).
Esa temporalidad es la que explica la sobreactuación a los shock económicos del mercado laboral español, apunta Raymond Torres, director del panel de coyuntura de Funcas. “Incluso con los ERTE, la reacción ha sido mayor que en Europa y es porque hay un colectivo que no se ha beneficiado: los eventuales. La temporalidad magnificó el impacto inicial y ahora rebote”, continúa.
Otro de los motivos por lo que el empleo ha evitado un descalabro mayor por el golpe de la pandemia ha sido el teletrabajo. Aunque con algunas dificultades muchas empresas han logrado mantener cierto nivel de actividad gracias a que sus empleados han podido trabajar a distancia a pesar de las restricciones de movilidad. Y esto se refleja también en la abundante estadística de la EPA que revela que aproximadamente uno de cada 10 ocupados ha trabajado desde su casa más de la mitad de los días a la semana.
El golpe del virus también ha sido contenido por el empleo público. Durante los últimos 12 meses, las administraciones públicas han aumentado sus plantillas en 125.800 miembros. El sector privado, por su parte, ha perdido casi 740.000 empleados.
Fuente: El País