Una trabajadora desinfecta el escaparate de su zapatería, en Madrid. MARTA FERNÁNDEZ JARA EUROPA PRESS
El Banco de España va acotando su previsión de hundimiento del PIB en este 2020 marcado a fuego por la crisis del coronavirus. Si hace un mes y medio, cuando la desescalada aún se veía lejana y la herida económica aún era difícil de calcular en toda su extensión, el supervisor proyectaba un desplome económico de entre el 6,6% y el 13,6%, este lunes sus técnicos han reducido el rango a entre el 9% y el 11,6%, aunque con una salvedad: un escenario extremo que llevaría el desplome hasta el 15,1%. Eso significa que la economía retrocederá en un solo ejercicio tanto como en toda la Gran Recesión, cuando en seis años se perdieron nueve puntos y medio del PIB. La salida también queda más delimitada: el año que viene la economía debería rebotar a una tasa bastante “robusta” —entre un 7,7% y un 9,1%, salvo en el escenario de cola, en el que se quedaría en el 6,9%—, con una recuperación completa de todo lo perdido que, en el caso más optimista, se produciría en 2022 y en el más pesimista, como muy pronto, en 2023. “En el mejor de los casos, la persistencia de la crisis será relativamente elevada y la uve de la recuperación, bastante asimétrica”, apuntan desde la Dirección General de Economía y Estadística del supervisor. “La caída va a ser muy grande y es bastante probable que en 2022 ni siquiera hayamos recuperado el nivel previo a la crisis. Nos va a llevar un tiempo”.
Con las medidas de apoyo a la economía y de sostenimiento del empleo y del tejido empresarial a pleno pulmón tanto en España como en el resto de la eurozona, la deuda de todas las Administraciones Públicas se irá a una banda de entre el 114% y el 119% del PIB este año para bajar levemente hasta entre el 112% y el 116% en 2021. Ahí también, la travesía en el desierto será larga: pasarán años hasta que los pasivos acumulados regresen al entonces preocupante y hoy añorado 95% con el que echó el cierre 2019.
En el siempre sensible mercado de trabajo —si hay una variable que conecta la macroeconomía con la economía real sin duda es esta—, la cicatriz que dejará la pandemia será enorme, pero la escalada quedará lejos del máximo registrado en la crisis del sur de Europa una década atrás, cuando casi la cuarta parte de los españoles en edad de trabajar buscaba empleo sin éxito. En buena medida, porque el ajuste se está produciendo por la vía de los ERTE y no de la destrucción definitiva de empleo, con las arcas públicas cubriendo una parte sustancial de los trabajadores que se han tenido que quedar en casa ante el desplome de la actividad.
En el peor de los escenarios base trazados este lunes por el Banco de España, de “recuperación gradual”, el desempleo repuntará este año hasta el 19,6% para bajar hasta el 18,8% el año que viene y el 17,4%. En el más benigno, de “recuperación temprana”, el alza se quedará en el 18,1% a cierre de 2020, con un ligero nuevo aumento en 2021 hasta el 18,4% (por la fecha de caducidad del instrumento de los ERTE) y una caída considerable en 2022, hasta el 17,1%. Solo en el más extremo, con rebrotes, el paro sí se desbocaría hasta el 23,6% este 2020, un nivel ahí sí equiparable (aunque menor) a los de la Gran Recesión. Ni siquiera en las dos primeras alternativas base dos años de rebote económico serían suficientes para volver al 14,1% con el que echó el telón el año pasado, cuando cinco letras y dos siglas (covid-19) aún no habían dado la vuelta a todo. El nivel de paro está muy condicionado —"de facto, intervenido", inciden desde el Banco de España— por los ERTE, programas de despidos temporales y no permanentes que mantienen las cifras de desempleo en niveles más moderados. “La variable del paro hay que tomarla con la máxima cautela hasta que no sepamos cómo termina siendo el ajuste”, advierten.
El supervisor admite que sus escenarios están construidos en un entorno de elevada incertidumbre y “absoluta excepcionalidad” que obligan a formular hipótesis sobre el comportamiento de los principales actores económicos. En plata: no son descartables escenarios peores, de recuperación más lenta. "No vemos muy factible una evolución del PIB mejor que la pronosticada, pero no descartamos caídas mayores”, apunta el jefe de estudios del organismo, Óscar Arce. Con todo, las cifras del escenario más extremo dibujado por el Banco de España parecen, a la vista del ritmo de desescalada y la ausencia de grandes rebrotes, menos factibles que unas semanas atrás.
Mientras no se disponga de un tratamiento médico efectivo o una vacuna, el riesgo de rebrotes y, consecuentemente, nuevas medidas de distanciamiento social, siguen encima de la mesa, lo que conduciría a ese escenario más pesimista, en el que "las tensiones de liquidez podrían dar lugar a problemas de solvencia, con efectos persistentes negativos sobre la actividad, mayor destrucción de empresas, paro de larga duración y menor disponibilidad y mayor coste de financiación”. En el lado contrario, solo nuevas medidas fiscales expansivas o la aprobación temprana del plan europeo de reconstrucción podría hacer que el PIB sorprendiese al alza.
En todas las alternativas posibles que se abren a partir de este momento, el desplome económico es mayor en España que en el promedio de la zona euro. Los motivos están bastante claros: el confinamiento ha sido más prolongado e intenso; la dependencia del sector turístico, la prevalencia de las pequeñas y medianas empresas (que tienen más dificultades para sobrevivir que las empresas grandes) y la tasa de temporalidad en el mercado de trabajo son mayores; y la respuesta fiscal está siendo algo más tímida que en el resto de países vecinos. España, subrayan desde el supervisor, entró a la crisis con un espacio fiscal notablemente menor que países como Alemania, “que se están permitiendo una respuesta bastante más contundente”.
Presionada por las “fortísimas caídas” en el precio del petróleo y la menor demanda agregada, la inflación entrará este año en negativo (aunque por la mínima) en todos los escenarios trazados por el Banco de España, para regresar a números verdes solo a partir de 2021. Y siempre en niveles moderados: en torno al 1%, lejos del objetivo de la eurozona. En ese sentido, el gobernador del organismo, Pablo Hernández de Cos, ya justificó la semana pasada la batería de medidas del Banco Central Europeo (BCE) como única medida posible para tratar de esquivar la deflación.
“Nos preocupa la evolución en el corto plazo que podría dar lugar a tensiones desinflacionarias. No consideramos un escenario de caída generalizada y persistente de los precios, pero si la demanda no se recupera al ritmo que prevemos, podemos ver caídas de precios”, cierra Arce. Todo el peso recae, también en ese ámbito, sobre los hombros de la jefa del Eurobanco, Christine Lagarde.
Fuente: El País