El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto a la presidenta, Cristina Narbona (izquierda), y la vicesecretaria general, Adriana Lastra, en la comisión ejecutiva federal del partido.
El PSOE comenzó a desvelar ayer la estrategia con la que manejará el endiablado resultado de las elecciones generales del domingo, en las que resultó vencedor, tras perder tres escaños, dentro de un mapa parlamentario seriamente atomizado que amenaza con agravar el bloqueo político. Conscientes de que las urnas les restan ahora la opción de pacto de centro tras el desplome de Ciudadanos, los socialistas corrieron a descartar también un pacto a la derecha, rechazando una gran coalición con el PP, y prometieron tratar de formar “un Gobierno progresista lo antes posible”. Pese a que el objetivo es hoy más complejo que el 28A, la esperanza está puesta en que la amenaza de otra repetición electoral, tras la factura que el 10N ya ha pasado al bloque de izquierdas, ayude a fraguar el consenso.
“El compromiso del PSOE es tratar de articular toda esta realidad compleja para plantear un Gobierno, lo antes posible, de carácter progresista”, avanzó ayer el secretario de organización socialista (123 escaños), y ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, tras la reunión de la ejecutiva federal del partido que analizó el resultado electoral. “No vamos a apostar por ningún Gobierno de gran coalición con una derecha”, añadió, asumiendo que el PP (88 diputados) tampoco está en posición de abstenerse tras el auge de Vox (52). Admitiendo que la vía elegida se antoja compleja, Ábalos sostuvo que “no hay otra alternativa”.
“La situación no es ni peor, ni mejor. Las circunstancias son distintas”, dijo al ser preguntado por la prensa sobre si la formación de un nuevo Ejecutivo está hoy más lejos que el 28A, aseverando que su propósito –“ojalá lo consigamos”, se limitó a decir– es formar Gobierno antes de fin de año. El PSOE esgrimió como acicate la necesidad de evitar unas terceras elecciones.
En vista del hartazgo ciudadano, traducido en el auge de la ultraderecha y la abstención, el PSOE sostuvo ayer que de hecho los comicios del domingo no fueron fruto de su elección, sino la consecuencia de un bloqueo del resto de fuerzas que espera no se repita. Un asunto que ya ha generado acusaciones cruzadas con Unidas Podemos, que critica a los socialistas por haber dado alas a la ultraderecha al no aceptar un Gobierno de coalición con ellos.
A partir de aquí ambas partes prometen retomar la negociación de la investidura fallida de julio desde las posiciones de la ruptura, esto es, pidiendo el PSOE un Gobierno en solitario y Podemos una presencia en el mismo representativa de su número de votos (un tercio, con 35 escaños) y sin vetos a la entrada de su líder, Pablo Iglesias. Habida cuenta de su pacto presupuestario para 2019 y las coincidencias entre sus programas, los sillones prometen volver a ser el principal escollo para un pacto. Además, el anuncio de Pedro Sánchez durante la campaña de que si ganaba haría vicepresidenta económica a Nadia Calviño preocupa en el partido de Pablo Iglesias por su perfil más socioliberal.
Si se superan estos asuntos, y dando por hecho el apoyo de Más País (tres diputados) tras la promesa de Íñigo Errejón de facilitar un desbloqueo progresista, Sánchez seguiría requiriendo del apoyo de los regionalistas y la abstención de parte de los independentistas (compleja, dada la tensión en Cataluña tras el fallo del procés) y, como aventuró posible Ábalos, de Ciudadanos.
Una puerta que se entreabrió ayer con la dimisión de su líder, Albert Rivera, que tras caer de 57 a 10 diputados deja su acta y la política, dando paso a un congreso de Cs que podría derivar en un giro estratégico. A falta de ver si este sigue una línea continuista, que podría impulsar Inés Arrimadas, o busca un acercamiento al PSOE, como ha defendido el entorno de Luis Garicano, la premisa sigue siendo compleja porque su abstención sin la de ERC o Bildu no bastaría a Sánchez, que requeriría votos de Cs a favor de un Ejecutivo apoyado de alguna manera por Podemos.
Mientras tanto, el PP enfrió la posibilidad de abstenerse avanzando que ejercerá una oposición moderada y Vox se mostraba comprensivo con las fuerzas que busquen desbloquear pero avanzó que ejercerá una posición férreamente antagónica a Sánchez.
De momento, según detalló Ábalos, el plan del presidente del Gobierno en funciones y aspirante a repetir al frente de La Moncloa pasa por iniciar una ronda de contactos telefónicos con los líderes del resto de partidos políticos para ofrecerles luego una propuesta a cada uno.
Aunque lograse limar sus asperezas con Iglesias y convencer a los partidos regionalistas, para lo que podría entrar en juego el proyecto de reforma de la financiación autonómica, alcanzar la ansiada investidura tampoco garantizaría la gobernabilidad del país. La prueba de fuego volvería a llegar con la tramitación de los próximos Presupuestos Generales del Estado, pues sin una mayoría estable Sánchez se arriesga a que la derecha y los independentistas vuelvan a tumbarlos como ya hicieron con su plan presupuestario de 2019. Habida cuenta que 2020 arrancará con las cuentas de 2018 prorrogadas, lo que está por ver es si un Gobierno en minoría acabaría el año con esos mismos Presupuestos y, evitada la repetición electoral, para dar paso a unos nuevos comicios a lo largo de 2021.
Fuente: Cinco Días