Fotografía cedida por la oficina de prensa de Miraflores del gobernante venezolano, Nicolás Maduro (c), durante un acto de gobierno con militares este lunes en Maracay.
La estrategia de Juan Guaidó para hacerse con el poder en la República Bolivariana de Venezuela se basa en tres pilares: el popular, el militar y el internacional. Si bien el primero y el segundo parecen más o menos discutidos, el tercero está cada vez más claro, sobre todo tras los acontecimientos acaecidos este lunes en el Palacio de la Moncloa.
Así, tras el reconocimiento tanto 'de iure' como 'de facto' otorgado por España y por sus socios de la Unión Europea, asistimos a una situación de cambio de reconocimiento en el Gobierno de Venezuela. Esta situación compleja tiene pocos precedentes a nivel internacional, por lo que resulta necesario hacer una cierta revisión de conceptos tales como el reconocimiento internacional de los estados, de los gobiernos y, sobre todo, de sus implicaciones para las organizaciones internacionales.
El reconocimiento internacional de un Estado —y como consecuencia, el de un Gobierno— es un acto discrecional que supone una elección política entre dos partes. Si se trata de una situación en la que hay dos contendientes, implicará sin lugar a duda no solo una elección entre una de las dos partes sino otorgar el favor a una opción y la enemistad con la otra. Normalmente, lo que suele ocurrir es que, ante una situación de golpe de Estado o de revolución, la comunidad internacional no reconoce al nuevo Gobierno (doctrina Tobar) por haber alcanzado el poder usando medios no legítimos.
Por ejemplo, esto es lo que ocurrió con México respecto de la República de España en 1939, quien mantuvo el reconocimiento del Gobierno republicano en el exilio hasta la llegada de la democracia a España. Sin embargo, la situación a la que se enfrenta la comunidad internacional con respeto a Venezuela es completamente diferente, ya que es precisamente Maduro el que está perdiendo la legitimidad internacional como presidente de Venezuela en favor del presidente de la Asamblea (Parlamento). Esta pérdida de legitimidad se debe a una política muy acertada de Guaidó en el seno de las organizaciones internacionales regionales y, muy especialmente, en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Desde la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela, este designó a Gustavo Tarre Briceño como su representante en la OEA con el único objetivo de granjearse el apoyo de esta organización, de integración regional de carácter hemisférico. Si bien es cierto que este hecho puede considerarse como una maniobra inteligente, también debe ser visto como un paso relativamente fácil: las relaciones entre el chavismo y la OEA no han sido ni mucho menos amigables, tal y como demuestra la retirada voluntaria de Caracas de la OEA en abril de 2017. El motivo de esta retirada fue una reacción por las críticas recibidas desde la organización tras las continuas irregularidades electorales y tras las continuas violaciones de DDHH en Venezuela.
El enfrentamiento del chavismo con la Organización de Estados Americanos fue, sin duda, una nueva torpeza de Maduro en política exterior. No solo se trata de la organización de integración más antigua del continente americano, sino que es la organización que acoge en su seno a un mayor número de estados. Si bien es cierto que la participación o no en una organización internacional no quita ni da reconocimiento internacional, en el caso de la Organización de Estados Americanos su aceptación o su favor puede ser entendida como un respaldo moral a un Gobierno determinado. De hecho, la Organización de Estados Americanos tiene una larga experiencia en sanciones y suspensiones internacionales, tal y como demuestran los casos de Cuba, Honduras o incluso Paraguay.
Si bien es cierto que la OEA ha sido la que más claramente se ha postulado en esta disputa de reconocimientos, otras organizaciones como Mercosur también expresaron sus recelos con la línea mantenida por la República Bolivariana de Venezuela en los últimos años. De hecho, en el año 2017, el Mercosur decidió suspender a Venezuela como miembro de la organización. Sin embargo, no podemos hablar de un aislamiento total de Maduro en las organizaciones regionales, ya que en otros casos, como la Comunidad Andina o el Caricom, ha sabido mantener ciertos apoyos internacionales y, sobre todo, ha sabido impedir el reconocimiento a Guaidó como presidente.
El presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó.
No podemos dejar de hacer una mención a la UE, de la que Venezuela depende económica, política y moralmente. Desde la autoproclamación de Guaidó como presidente, no han cesado los apoyos expresos o tácitos a su mandato. Si bien el Parlamento fue más claro y rápido en este asunto, el resto de órganos y, sobre todo, los estados miembros han ido mostrando una clara simpatía por Guaidó que ha acabado restando cualquier opción de futuro para Maduro y para el chavismo.
En lo que a las consecuencias se refiere, la Venezuela de Maduro tendrá que empezar a pensar en un futuro mucho más oscuro de lo que había previsto. Desde el punto de vista social, su ruptura con la Unión Europea elimina la posibilidad de recibir ayuda humanitaria —la UE es el primer donante mundial y los vínculos más estrechos son con España—. Desde el punto de vista comercial, la ruptura con los tres gigantes latinoamericanos (Colombia, Argentina y Brasil) le hará muy difícil llevar a cabo unas relaciones comerciales fructíferas, al menos en la región. Desde el punto de vista político, el reconocimiento de Guaidó como presidente en el seno de la OEA supone el aislamiento regional. Incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha alertado que estará muy atenta a la integridad personal de Guaidó y de su familia. Tan solo puede contar con Rusia y China, dos estados muy poderosos pero que no son potencias regionales.
En los próximos días, empezaremos a ver el cierre de delegaciones diplomáticas en el exterior, tanto por parte de Venezuela como por parte de los estados que han retirado el reconocimiento a Maduro. Además de un aislamiento claro, este hecho supondrá un ataque a la moral de los seguidores chavistas, que poco a poco tendrán que ir asumiendo que están solos, tanto en Venezuela como en el exterior. Así, Guaidó completará la estrategia que le otorgará uno de los tres pilares mencionados anteriormente: el internacional.
Guaidó ha sabido mover sus hilos en la comunidad internacional para conseguir, a través del multilateralismo, un reconocimiento de su Gobierno que puede convertirle en el presidente legítimo de una Venezuela en paz.
Fuente: El Confidencial