Sendino era un Visitador Médico peculiar. Rechoncho, mal encarado, broncas, psoriático perdido, pero tremendamente efectivo en su trabajo. Dependiendo del día, y del tiempo, podía ser una persona amable o el mayor cabroncete del mundo. Su vida estaba llena de altibajos, de desgracias personales y familiares que, imagino, habían forjado su carácter extremo. Todo el mundo conocía a Sendino. Premio de ventas con su Primperan, un año si y otro también, pero ni un raport ni un informe. En primavera al sol, en invierno al tajo.
De Sendino se cuentan muchas anécdotas, algunas ciertas y otras asignadas por afinidad a su personalidad. Algunas las he vivido en primera persona y otras me las han contado, pero sea como sea, Sendino era más de lo que la gente podía ver.
Una de las últimas veces que coincidí con él en un Centro de Salud, lo ví apagado y cansado. Venía “colado”. Un centro de última hora, bastante lejos de la ciudad, era tarde y quedaban solo dos médicos por ver. En el grupo estábamos cuatro delegados. A Sendino no se le pasaba ni una, porque él tampoco pasaba ni una a los demás, y aquel día no iba a ser menos. Mucho veterano por metro cuadrado y ganas de bronca. Los tres que me acompañaban en el grupo comenzaron la rebelión. No podían consentir que Sendino se quedara. Había demasiadas historias pendientes en las alforjas y los tres pistoleros no estaban dispuestos a desperdiciar la oportunidad de arrinconarlo y echarle en cara el histórico y el histérico. La bronca fue gorda. La escasa gente que quedaba en el Centro miraba incrédula aquella discusión visceral en la que Sendino se iba apagando poco a poco ¿quién lo diría? Yo veía la escena a lo lejos y pensando que nadie merecía pasar aquel mal trago, me acerque
No pasa nada – dije – Sendino, te puedes quedar en mi lugar. Yo tengo que irme.
Los tres insurrectos me miraron fijamente e intuí que alguno para sus adentros me llamó “jalipollas” y para sus afueras dijo - ¡hay que joderse con el tonto del niñato! - Sendino ni gracias, ni nada de nada. Se abrió la puerta de una de las consultas que quedaban por ver y entró el primero, como una flecha. Siempre atento a su negocio.
Eran cerca de las tres y paré a comer en una cafetería que había saliendo del pueblo, con muchas mesas y poca clientela. Estaba a punto de terminar cuando vi entrar a un hombre cartera en mano. Era él. Se paró un rato a hablar con el camarero y se sentó en una mesa frente a mi.
¿Qué tal Sendino? ¿Viste a todos?
No respondió. Llamó al camarero y pidió un entrecot y vino. Él no quería hablar y yo no tenía interés en ser el sparring de última hora, así que silencio absoluto.
Terminé de comer y le pedí al camarero la cuenta. Se acercó, señalo a Sendino, y me dijo
Está invitado por él
Era especial, un corazón atormentado y una forma muy particular de entender la vida. Rechoncho, mal encarado, broncas, pero en el fondo, un buen tipo.