La investigación de nuevos antibióticos es un viaje de largo recorrido. Para que un candidato a antibiótico pase de la fase preclínica a la fase clínica se necesitan entre 10 y 15 años. En el caso de las clases de antibióticos existentes, solo uno de cada 15 fármacos en desarrollo preclínico llega a los pacientes. Pero la situación se complica para los nuevos candidatos. Según datos aportados por la patronal de la industria farmacéutica internacional, IFPMA, solo uno de cada 30 candidatos llegará a los pacientes. La mayor parte de las innovaciones en este campo vienen de iniciativas pequeñas, concretamente se estima que un 83%. Muchos antibióticos han asumido la misión de superar las barreras científicas, pero pocos han logrado mantenerse a flote a pesar de tener un resultado exitoso. Según los expertos, esa es una de las paradojas de los antibióticos: por un lado, deben usarse adecuadamente para preservar su eficacia y retrasar el desarrollo de resistencias. Pero, por otro, los nuevos antibióticos se usan solo en raras ocasiones. Sin embargo, es necesario que estén disponibles cuando nada más funciona.
La resistencia a los antibióticos, reconocida como una de las mayores amenazas para la salud pública a nivel mundial, sigue avanzando sin que se tomen medidas efectivas. Aunque organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), Naciones Unidas o el G7 han identificado este problema como prioritario, en la práctica, los avances son escasos y el tiempo apremia. Desde el sector de la industria farmacéutica llevan tiempo incidiendo en la necesidad de actuar de manera conjunta y urgente para abordar esta pandemia silenciosa. En una conversación reciente con El GlobalFarma, Domingo Gargallo, representante a nivel nacional de la Alianza BEAM, que integra a más de 70 pequeñas y medianas compañías europeas que participan en el desarrollo de productos y kits innovadores para abordar la resistencia a los antimicrobianos (RAM), explica en detalle la situación actual, los retos y las propuestas para afrontar esta problemática.
Según Gargallo, “las grandes compañías, que tradicionalmente lideraban el desarrollo de medicamentos, han dejado de invertir en antibióticos porque estos productos generan un retorno de la inversión muy limitado“. De esta forma, añade que “priorizan otras áreas terapéuticas más rentables, dejando la carga del desarrollo de antibióticos en manos de startups y compañías emergentes, que a menudo carecen de los recursos necesarios para llevar un producto al mercado”. De esta forma, considera que para afrontar el reto del desarrollo de nuevos antibióticos, es crucial establecer una plataforma público-privada de colaboración. “La industria farmacéutica posee la experiencia y los conocimientos necesarios para desarrollar medicamentos, pero no pueden asumir en solitario el riesgo financiero que implica”, confirma. Por otro lado, admite que las universidades y centros de investigación carecen de experiencia en este tipo de desarrollos, lo que limita su capacidad de avanzar más allá de las etapas iniciales de la investigación.
La solución, según el experto, pasa por la creación de un grupo de trabajo que reúna a la Administración y a las grandes y pequeñas compañías del sector. “Este grupo debería definir un plan de acción para garantizar el desarrollo de nuevos antibióticos”; subraya, del mismo modo que confirma que “en este proceso, la Administración juega un papel clave, ya que debe proporcionar incentivos económicos y estructurar las bases de una colaboración efectiva”. Respecto al Plan Nacional Resistencia Antibióticos (PRAM), argumenta que “hace un par de años, este plan no contaba con presupuesto alguno” y que, por tanto, “todo su funcionamiento dependía de esfuerzos sin financiación”. A pesar de ello, Gargallo afirma que, “de existir un presupuesto, sería insuficiente para abordar la magnitud del problema”.
A nivel europeo, defiende que también se están promoviendo cambios legislativos para fomentar la innovación en este campo, como la reforma de la legislación farmacéutica de la Unión Europea. Sin embargo, argumenta que “el ritmo de estas reformas es extremadamente lento debido a la necesidad de negociar acuerdos entre los distintos países”. Esta lentitud contrasta con la urgencia del problema: las bacterias multirresistentes no esperan a que las instituciones finalicen sus deliberaciones.
La OMS, en una de sus campañas de concienciación frente a las resistencias a los antimicrobianos, expresó que esta problemática se encontraba entre las diez primeras causas de muerte e incidió en la necesidad de innovar en la investigación de nuevos antimicrobianos porque el tiempo se estaba agotando. Hace casi más de una década, la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas lanzó un reto para que en el año 2020 existiesen al menos diez nuevos antibióticos. Este hecho generó importantes movimientos en agencias de todo el mundo para tratar de incentivar la investigación en nuevos antibacterianos. La situación de España no es especialmente buena si se compara con otros países del entorno más cercano y, según un documento publicado por la OMS, España ocupaba la octava posición europea en el desarrollo de antimicrobianos en 2020. “En este contexto, resulta claro que España no está apoyando a las compañías que investigan en este ámbito como sí lo hacen otros países europeos, como Suiza, que proporciona un respaldo significativo a sus compañías locales”, reitera Gargallo.
El término de ‘pandemia silenciosa’ se ha utilizado para describir el problema causado por las resistencias antimicrobianas. “Aunque las infecciones por bacterias multirresistentes ya causaron 1,2 millones de muertes en 2019, este fenómeno no ha generado el impacto mediático que requieren medidas inmediatas”, dice Gargallo. “A diferencia de una pandemia vírica, donde los efectos son rápidos y visibles, la resistencia a los antibióticos actúa de manera progresiva, cobrando víctimas en hospitales de todo el mundo sin recibir suficiente atención pública o política”, expresa. A esto se suma otro problema: los políticos suelen priorizar problemas que generan una presión inmediata, dejando de lado aquellos que, aunque estructurales y graves, no ocupan portadas ni titulares diarios. Según el representante de la Alianza BIM, los responsables políticos están más enfocados en apagar fuegos que en abordar problemas a largo plazo como este. Como resultado, seguimos estancados en las mismas discusiones, sin tomar medidas concretas para revertir la tendencia.
El futuro de la humanidad frente a la resistencia a los antibióticos se presenta sombrío si no se toman medidas inmediatas. Para 2050, se estima que las infecciones por bacterias resistentes serán la principal causa de muerte en el mundo, provocando 10 millones de fallecimientos anuales. “Desarrollar una nueva molécula requiere una inversión de más de 10 años, lo que hace imprescindible actuar cuanto antes”, considera. “Aunque existen iniciativas y proyectos europeos en marcha, el panorama actual no es alentador y muchas pequeñas compañías están cerrando debido a la falta de apoyo financiero, lo que reduce aún más la capacidad del sistema para producir nuevas soluciones”, precisa. “Si no se logra estructurar una estrategia sólida basada en la colaboración público-privada, las perspectivas de avance seguirán siendo mínimas”, subraya.
Por último, concluye que “los gobiernos deben priorizar la lucha contra las resistencias antimicrobianas, asignando recursos suficientes y facilitando un marco normativo que permita a las compañías del sector operar de manera sostenible, ya que sin este apoyo, incluso las compañías más comprometidas abandonarán el desarrollo de antibióticos, agravando aún más la crisis”.
Fuente: El Global Farma