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12/05/2023

LOS ALIMENTOS DIERON UN RESPIRO EN ABRIL, PERO LA INFLACIÓN ACELERA AL 4,1%

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La cesta de la compra se modera hasta el 12,9%, 3,6 puntos menos, la mayor caída de la serie histórica, lo que alienta la idea de que los precios hayan tocado techo


Una clienta de un supermercado español elige una botella de aceite de oliva. GETTY IMAGES (LIGHTROCKET VIA GETTY IMAGES)

 

Hacer la compra ha dejado de ser para muchos consumidores el acto automático de elegir lo que se prefiere. Se miran más los precios. Y buena parte de culpa la tiene la evolución de los alimentos, que llevan año y medio encareciéndose a tasas inusualmente elevadas. En abril, su ascenso dio un respiro: subieron el 12,9% respecto al mismo mes de 2022, pero se moderaron en 3,6 puntos frente a lo ocurrido en marzo, la mayor caída de la serie histórica, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es el nivel más reducido desde junio de 2022, y un paso en la dirección correcta, la de la desaceleración, pero con la sequía haciendo estragos en las cosechas, no está claro que esa senda vaya a ser una recta cuesta abajo, y el alivio para el bolsillo convive todavía con unos salarios que siguen por detrás del aumento del coste de la vida. La inflación general se colocó en el 4,1% frente a abril del ejercicio pasado, ocho décimas más que en marzo.

El revoltijo de cifras se resume en que los alimentos suben, pero a menor ritmo, lo que alienta las expectativas de que hayan podido tocar techo. Y la energía baja, especialmente la electricidad (-36,2%), pero también el gas natural (-6,9%) y el gasóleo (-7%). La gasolina fue la excepción, y se incrementó ligeramente (3,2%). El choque de esas dos fuerzas, la de unos precios energéticos menguantes y unos alimentos aún en subida de doble dígito, marca ahora mismo la cuantía de la pérdida de poder adquisitivo. Los productos de la cesta de la compra que más se encarecieron en abril fueron el azúcar (49,6%), la mantequilla (31,2%), la leche entera (27,7%), la desnatada (27,5%) y salsas y condimentos (26,3%).

Si se observa lo sucedido entre marzo y abril, es decir, los cambios de precios de un mes a otro, en lugar de lo ocurrido de un año a otro, es notable la influencia de la Semana Santa. Lo que más subió fueron los hoteles, hostales y pensiones (17,2%), la ropa de niño (13,7%) y los paquetes turísticos internacionales (13,7%). En el otro extremo, la mayor caída la registró el gas natural (-10%). En total, el incremento de precios fue de seis décimas en términos mensuales.

Los analistas advierten de que la desescalada de la inflación tendrá dientes de sierra, es decir, altibajos más o menos acentuados que dependerán de factores geopolíticos como la marcha de la guerra en Ucrania; causas meteorológicas —la lluvia, o más bien, su escasez—, y dinámicas de mercado difícilmente predecibles, como los movimientos de los países productores de petróleo agrupados en la OPEP, que por ahora no están consiguiendo su objetivo de hacer repuntar el precio del barril de crudo pese a recortar la cantidad comercializada.

¿Cuándo se enfriará la inflación alimentaria? El Banco de España calcula para este año un alza medio de los alimentos todavía elevado, del 12,2%. Dado que en los primeros cuatro meses las tasas han estado por encima de ese umbral, eso quiere decir que el supervisor espera incrementos más suaves en lo que resta de año. Para Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, hay signos positivos. “Materias primas agrícolas como los fertilizantes empiezan a moderarse (-9% entre octubre y enero, último mes disponible), algo que debería contribuir a frenar la cesta de la compra”. Y negativos. “El principal riesgo atañe al impacto de la sequía. Todo depende mucho de las condiciones climatológicas. No solo en España, también en países que podrían no estar en condiciones de exportar para suplir la oferta local y así contener los precios”, añade.

 

El pastor José Manuel García con sus ovejas en el campo de Belchite, afectado por la sequía, el pasado 9 de mayo, a la altura de Almonacid de la Cuba (Zaragoza). FABIÁN SIMÓN (EUROPA PRESS)

 

En plena campaña electoral, el problema se ha convertido en arma arrojadiza. Podemos reclama supermercados públicos y acusa a las empresas de distribución de enriquecerse con la venta de artículos básicos, de los que supuestamente obtendrían márgenes excesivos. Pero los datos del Gobierno refutan ese relato: ha informado a Bruselas de que los costes importados explican el 95% del incremento de los precios de los alimentos.

El Ejecutivo cree que sus medidas, entre ellas la rebaja del IVA a un grupo de alimentos básicos, han contribuido a frenar la escalada de los comestibles —y de otras partidas: según el INE, la inflación interanual habría sido del 4,7% sin tener en cuenta las últimas variaciones de impuestos—, y señala que la ralentización de lo que se paga por la cesta de la compra también está detrás de la caída de la inflación subyacente (que excluye energía y alimentos frescos), una tasa muy seguida por los bancos centrales porque da pistas sobre la persistencia de las subidas de precios. En abril se moderó del 7,5% al 6,6%. El Gobierno destaca que España está entre los países con menor inflación de la UE, lo cual está favoreciendo la competitividad de las empresas españolas “como ponen de manifiesto las ganancias de cuota de mercado y el aumento de las exportaciones de bienes y servicios, incluso en el complejo contexto económico internacional”.

Torres pone matices al triunfalismo: detecta un efecto contagio al sector servicios que puede complicar el regreso a la normalidad. Hace 25 meses la inflación superó el 2% recomendado por el Banco Central Europeo, y eso ha hecho que se trasladen encarecimientos de un sector a otro. La vuelta deberá lidiar también con un aumento salarial, tras el acuerdo alcanzado entre patronal y sindicatos para que los sueldos crezcan un 4% este año y un 3% en 2024 y 2025. Hay quien puede pensar que ese dinero extra animará el consumo, y generará efectos de segunda ronda que retrasarán la rebaja de los precios, pero para el analista de Funcas será beneficioso. “Puede ayudar enormemente a anclar las expectativas, y por tanto a limitar la inflación subyacente, siempre y cuando los componentes más volátiles no empujen el índice hasta valores muy superiores a las previsiones y obliguen a activar la cláusula de salvaguarda”. Dicha disposición prevé compensaciones extra si la inflación supera la previsión en un punto porcentual.

Resulta complicado anticipar qué ocurrirá, pero el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs ha dado esta semana argumentos al bando de los pesimistas, o al menos a los que no lanzan las campanas al vuelo: augura que el precio del gas, ahora en cotas bajas, apenas por encima de los 35 euros por megavatio hora, se multiplicará por tres el próximo invierno, lo que de cumplirse desandaría un camino que ya parecía recorrido en la lucha contra la inflación.

El efecto base también jugará un papel en las estadísticas futuras. En junio, por ejemplo, la lógica dice que la inflación se frenará con fuerza, porque se compara con el mismo mes de 2022, en el que los precios crecieron bastante, por encima del doble dígito, debido al alza de alimentos y carburantes, y estos últimos se han desinflado desde entonces, igual que la electricidad. La tentación de cantar victoria cuando eso ocurra estará ahí, pero el BCE no espera una normalización más o menos completa hasta la segunda mitad de 2025.

 

 

Fuente: El País 

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